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EL MANUAL DEL ELECTOR, por Publio José Buitrago

•octubre 23, 2015 • Deja un comentario

El Manual del Elector

POR QUÉ Y CÓMO SE DEBERÍA VOTAR?

•septiembre 4, 2007 • 3 comentarios

Articulo tomado de: “El Manual del Elector” Tercera parte, autor: Publio José Buitrago. Impreso en la Editorial de la UPTC. 1997.     

POR QUÉ Y CÓMO SE DEBERÍA VOTAR? 

Expuestas y analizadas las principales razones qua suele tener la gente para NO VOTAR, continuamos con los criterios ópti­mos para votar, suponiendo que lo anterior (se refiere a la primera y segunda parte del manual) haya lo­grado el objetivo de persuadir a los apáticos y apolíticos para acudir a las urnas y hacer uso del voto. 

El voto, más que un simple derecho que le da la democracia es una función cívica que encarna a todos los ciudadanos de la sociedad por el simple hecho de pertenecer a ella. No debe ser conce­bido como algo voluntario sino como una obligación social.

Tal como se pagan los impuestos, de igual forma se debe partici­par en decidir cómo y en qué se gastan; pero dado que todos no pueden decidir, es necesario delegar ese poder de decisión a través del voto. Estamos inmersos en una democracia representati­va y participativa, donde necesariamente se deja que unas perso­nas representen los intereses generales y los conviertan en deci­siones públicas que afectan a todos, tanto a votantes como a abstencionistas. 

Dejaría Usted que otra persona gaste su dinero?, dejaría su dinero en manos de cualquiera, por ejemplo de alguien de dudosa reputación o que se haya beneficiado con lo que no le pertenece? Los hechos nos demuestran cuántas veces la sociedad se ha equi­vocado en la elección de los administradores del erario, lo grave es que “el pueblo que no es consciente de su historia esta condenado a repetirla”, de ahí la importancia de saber elegir, de seleccionar a los mejores, los mas aptos, capaces y honestos representantes del pueblo. 

Pero cómo evaluar a un candidato, una propuesta o un programa de gobierno? Justamente el objetivo de este ensayo es brindar algunos criterios orientadores para hacer una evaluación racional de candidatos y propuestas y de esta manera no seguir repitiendo la triste historia de elegir personas de quienes mas tarde tengamos que arrepentirnos. 

Aparte de las calidades exigidas por las leyes para aspirar a cargos de elección popular el elector debe tomar criterios adicio­nales que garanticen la selección del mejor. A nuestro pueblo nunca se le ha enseñado a votar y tampoco se le puede pedir que de la noche a la mañana resulte cambiando sus criterios tradi­cionales de elección.  Pero que después de leer este manual no se sigan quejando de  lo mismo, el voto inteligente implica un mayor esfuerzo intelectual, que los ciudadanos conscientes deben estar dispuestos a aportar.

 Al dar con el candidato de mayores calidades humanas no se garantiza la mejor elección; la mejor hoja de vida por si sola no garantiza las mejores propuestas ni el compromiso real de llevarles a la práctica, luego la evaluación del candidato debe estar ligada a la evaluación de la propuesta respectiva. Tampoco se debería evaluar por se­parado la propuesta aislada, que puede llegar a ser casi perfecta, se debe analizar quién se encargará de ejecutarla. Por esta razón se expone, en primer lugar, los criterios para seleccionar candi­datos y en segundo lugar, para evaluar propuestas. 

Si se hace un sencillo ejercicio de evaluación como el propuesto más adelante, es posible dar con el mejor candidato y la mejor propuesta lo que se resume en la mejor alternativa. Entonces podrá defenderse con justificaciones racionales, ya no por la sim­ple intuición, por el “chisme” o por las encuestas. Esta implica un mayor esfuerzo por informarse de los aspectos a evaluar, que generalmente no salen a la luz pública en su totalidad. Cada candidato publica lo más conveniente para su campaña y sus aspectos desfavorables o negativos los justifica, los disimula o los esconde. Por eso es necesario beber información de varias fuentes y desconfiar de todo lo que se dice en los medios y ante todo informarse y saber preguntar.  

I. CRITERIOS IDEALES PARA SELECCIONAR CANDIDATOS 

1. FORMACION 

Este criterio se puede asimilar al nivel educativo que suele preguntarse en cualquier hoja de vida, pero es necesario diferenciar la formación del simple nivel educativo. La formación tiene un radio de acción superior, pues no solo tiene en cuenta los estudios realizados sino el área en que se estudió y el rendimiento en los estudios. De igual manera la formación debe guardar afinidad con el área en que se va a desempeñar, no es lo mismo que un ingeniero administre una empresa y un administrador dirija una construcción, a pesar de que ambos sean profesionales, la afini­dad significa “Zapatero a tus zapatos”. También en la administración pública se requiere una formación afín con las ciencias políticas. O acaso la política es una tarea tan fácil de aprender, que de la noche a la mañana resultan expertos administradores de la cosa pública provenientes de las más disimiles profesiones. La res­puesta es evidente si se juzga cuán exitosa gestión han mostrado los hasta ahora gobernantes importados de otras profesiones que nada tienen que ver con la política. 

Nuestros gobernantes no han sido educados para gobernar, en este País se ha aprendido haciendo, aplicando el método “error corrección lo que ha resultado demasiado costoso para nuestra sociedad. La mayoría de nuestros gobernantes reconoce haber aprendido el oficio cuando se le ha acabado el período. Los mo­dernos políticos llamados tecnócratas prefieren saberse rodear de personas especializadas que conozcan a fondo cada aspecto a dirigir pero deben tener conocimientos generales de cada uno de ellos,  no tanto como para calificarlos de “toderos”, pero si de cono­cer en forma integra (completa e interrelacionada) todos los as­pectos que debe manejar y no delegar el poder de decisión en sus súbditos. 

Tampoco se debe guiar por el número de profesiones, cursos o especializaciones, la cantidad de cartones no significa por si sola la mejor formación. No basta con pasar por la universidad sino que la universidad pase por uno. El elector debe evaluar cuánto sabe un candidato del cargo que aspira a desempeñar. 

Infortunadamente el nivel educativo no depende tanto de la capa­cidad intelectual de la persona sino de su capacidad de pago (a mayor nivel económico mayor nivel educativo), por ende este criterio tiende a favorecer a los candidatos mejor acomodados económicamente. Para corregir esta desviación se debe observar el merito personal, los logros académicos y la capacidad para re­solver problemas. “Más vale quien cae y se levanta que aquel que no ha caído”, téngase en cuenta que muchos no han necesita­do caer puesto que nacieron en las condiciones más precarias y se han superado haciendo que la pobreza no sea un problema económico sino  mental. Quién merece mayor valoración? Quien ha superado muchos problemas o quien no los ha tenido. Al evaluar La formación es importante tener en cuenta el esfuerzo personal que ha costado y La valoración que se tenga de esos esfuerzos. Por ejemplo el hijo del padre acomodado que no quiere estudiar y prácticamente es obligado a hacerlo y el estudiante que debe trabajar simultáneamente y sale adelante con su exclusivo esfuerzo. 

Estas son algunas preguntas relevantes para evaluar este criterio: 

Qué estudios ha hecho?

Cuántos de estos están relacionados con la administración pública?

Conoce qué normas regulan la actividad que propone desempe­ñar?

Conoce cuáles son las principales limitaciones a esta actividad?

Por qué se cree mejor formado que sus ad­versarios para ocupar el cargo?  

2. EXPERIENCIA

 Así como para ocupar cualquier cargo privado, también en este caso se tiene en cuenta la experiencia. No basta con lo que se ha aprendido a hacer (teoría), también cuenta lo que se ha hecho o sea su trayectoria profesional (práctica). La falta de experiencia es un elemento que resta puntaje, pues una cosa es aprender la teoría y otra muy distinta la práctica, empero es más grave cuan­do no se ha aprendido tan siquiera la teoría y se es un completo novato en el asunto. Se corre peligro de cometer un sin número de errores o simplemente delegar el poder en los asesores… “el poder detrás del trono”. 

La falta de experiencia castigaría especialmente a los políticos jóvenes y nuevos profesionales, así como a personas del sector privado que no han desempeñado cargos públicos. Por esta razón se deben analizar otras facetas de la experiencia, no solo la canti­dad de cargos sino la calidad del ejercicio de los mismos. Para ello se debe tener en cuenta el número de cargos que se ha ocu­pado, el tiempo ocupado en cada cargo, y el qué hizo en ejerci­cio de los mismos. Esto le puede dar puntos a los burócratas de carrera y se los puede restar a los aparecidos políticos, por eso es necesario evaluar Cómo se llegó a esos cargos?, sí por méritos per­sonales o por favores devueltos u otro tipo de compromisos; entonces tendremos mejores elementos de juicio para calificar qué tan buen elemento es el candidato. 

Piénsese que un político puro es quien no ha aprendido las prác­ticas corruptas que normalmente adquieren los experimentados burócratas. Las personas con suficiente conocimiento y experien­cia se pueden llamar expertos, pero hay gran cantidad de expertos para “pecular” y para violar las normas sin que los detecten. Quien conoce la norma también sabe cómo violarla y de este tipo de expertos leguleyos ha estado plagada la administración pública, por esta razón es necesario observar otros criterios complementarios a la formación y la experiencia como serían la ho­nestidad y la transparencia.

 Algunas preguntas relevantes para evaluar este criterio pueden ser: 

Qué cargos ha ocupado el candidato?

Por cuánto tiempo ocupó dichos cargos?

Por qué llego a ocuparlos?

Por qué salió de dichos cargos?

Qué resultados resaltaría de su ejercicio?

Qué hubiese querido hacer y no hizo, y por qué?

Qué dejó de hacer?

A quiénes benefició sus actuaciones? 

Espere la continuación… inteligencia, honestidad, independencia y carisma.

LA FERIA DE LOS VOTOS

•julio 16, 2007 • Deja un comentario

Es época electoral y como siempre se observa el mismo fenómeno a que estamos acostumbrados y que tal vez ya no inmuta a casi nadie, por el contrario eso se considera lo normal y correcto, algunos incluso critican a quienes no incurren en la practicas tradicionales y llegan a destinarles el fracaso rotundo, me refiero a la feria de los votos.

Feria en el sentido más mercantilista del término, como escenario donde confluyen unos oferentes o votantes y unos demandantes mal denominados “políticos” y donde se transa el voto por toda suerte de favores, desde empleos, contratos, pasando por todo tipo de intereses personales y uno que otro de interés general. Una campaña política se convierte en todo un proyecto económico, en un derroche de publicidad y logística con el objetivo de vender una imagen, un mensaje que no dice nada pero que suena bonito, un resumen de las más nobles intenciones, y al final todo sigue igual si no peor.

Pero esa forma de hacer política tiene una lógica y no puede ser otra que una lógica económica, los candidatos lo saben muy bien pero los votantes parecieran ignorarlo. Recordemos entonces esa faceta: Una campaña política no es otra cosa que una inversión y como toda inversión se espera que tenga un periodo de retorno y una rentabilidad, pero no cualquier rentabilidad sino una muy alta, si se tiene en cuenta que el riesgo es muy alto y de todos es sabido que una gran rentabilidad lleva aparejada un gran riesgo. Una empresa tan grande e importante no puede asumirse sin riesgo compartido, así es como se unen varios inversionistas y le apuestan a una determinada campaña, aunque algunos tienen la capacidad económica para asumirlo solos y otros inversionistas le apuestan a varios candidatos para asegurarse.

Ahora bien, si la campaña es una inversión y los candidatos y sus patrocinadores invierten y al final de la contienda hay unos ganadores y muchos perdedores, es pertinente preguntarse como se recupera la inversión y a quienes beneficia. La respuesta es muy sencilla y por todos conocida: el desvío de recursos públicos, la contratación amañada, la “favorcitocracia”, entre otras muchas. Aunque se insiste en criticar esas consecuencias deliberadamente pareciera ignorarse la causa. No puede ser de otra forma, si la inversión es privada, los beneficios de la misma no pueden ser públicos, a no ser que nos topemos con candidatos millonarios de magnánimo espíritu que no jueguen las reglas del capital (conocen alguno?).

Un intento de correctivo, la financiación pública de las campañas ha sido un rotundo fracaso, pues en vez de igualar a los candidatos lo que hace es destinar los impuestos para beneficiar a quienes más se benefician; otro intento, los topes de financiación de las campañas tampoco funciona, o será que todavía hay alguien que crea que esos topes se respetan, acabo de leer que el Consejo Nacional Electoral no ha impuesto una sola sanción por este motivo.

La solución no puede seguir siendo criticar las consecuencias ignorando y perpetuando la causa, “buscando el muerto río arriba” dice el adagio. Mientras continúe la feria de los votos entre inversionistas y necesitados sin que primen otros criterios no esperemos resultados diferentes. Recientemente escuché una frase que podría ser célebre: “Quien invierte mucho dinero en una campaña política es porque se la ha robado” y tiene lógica, pues “a quien mucho le cuesta no lo hace fiesta”.

La verdadera solución es desarrollar una conciencia ciudadana con criterios que respondan al interés general, analizar las calidades del candidato, sus propuestas y prioridades, el grupo que lo rodea, quienes lo financian y en consecuencia a que intereses verdaderamente encarna, porque eso si todos dicen representar al pueblo.

Lo más inteligente por parte del elector es jugar la primera mitad del juego: Reciba todo lo que le den, pero vote a conciencia por quien considere mejor o si no vote en blanco, pero vote, nadie se va a enterar porque el voto es secreto. Así muy probablemente contribuya a la quiebra de estas prácticas y de sus patrocinadores. Ojala este escrito sirva por lo menos para despertar una conciencia y en extremo caso que se vuelva a ganar las elecciones con ideas y no con dinero. Casos se han visto!

Tunja, julio 16 de 2007.

Imágen: «El mago (Foto 53)«Publicada por Inti en Flickr bajo licencia CC Attribution-NonCommercial-ShareAlike 2.0.